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Modelos de conducta ante situaciones agresivas de los menores

La desobediencia y la agresividad infantiles y juveniles son dos de los problemas que más angustian a los padres porque es difícil afrontar las situaciones que se desencadenan y establecer modelos de conducta que hagan cambiar a quienes presentan tales conductas.

La necesidad de cambio es imperativa porque las actitudes agresivas derivan en conductas antisociales y en fracaso escolar en el caso de los menores y, si hablamos de adultos, en inadaptación y delincuencia.

Las actuaciones a desarrollar pasan por corregir el comportamiento agresivo para que se encauce hacia la asertividad en el comportamiento, es decir, pasan por la socialización de la conducta agresiva.

A finales del s. XIX comenzó la preocupación por el fenómeno de la agresividad de mano de los psicólogos, encabezados por William James. Este autor fue el que identificó la agresividad como un instituto.

Siguiendo su senda, Freud lo calificó de impulso innato. Sin embargo, fue otro psicólogo pionero, esta vez de la esfera conductista, Yale, el que publica un artículo que relacionaba la frustración con la agresión. De esta manera, las primeras posturas, de orden mecanicista o biologicista, fueron superadas por aquellas otras que ven la agresividad como producto de hábitos perjudiciales aprendidos.

Considero el siguiente elenco de medidas interesantes, a afrontar cuando un niño es agresivo. En modo alguno se trata de un numerus clausus y lo son de modo ejemplificativos y que obviamente siempre deberemos analizar caso por caso.

En primer lugar debemos hablar siempre con el menor. Explicarle que las conductas violentas son inadecuadas y sus consecuencias negativas.

En segundo lugar, no debemos exponer a los menores a escenas violentas. Es un hecho, hoy día incuestionable, el que los menores se exponer a diario a multitud de escenas en el que se reproducen peleas, golpes, eliminar al adversario; y estas escenas provienen de multitud de canales y medios como los videojuegos, algunas series animadas de televisión, espectáculos deportivos etc..

Por lo general, los niños no distinguen entre la realidad y la ficción y por consiguiente trataran de reproducir esas situaciones en su vida real.

En tercer lugar debemos tener en cuenta que los niños aprenden por imitación, por consiguiente el ejemplo a seguir siempre será el de los padres. El niño debe ver en sus padres un modelo de afrontar las situaciones dialogando, negociando, pero sin recurrir a la violencia física o verbal. Debemos tener en cuenta que aunque el niño esté distraído con alguna tarea, siempre se percata de lo que hacen y dicen sus padres. Como suele decirse “son esponjas”.

En cuarto lugar y al hilo de lo que venía comentando, los padres deben enseñar a sus hijos que ante cualquier situación a la que se enfrenten deben elegir entre un abanico de posibilidades aquélla conducta más idónea que respete aquéllos principios y valores básicos que le hemos debido de inculcar desde el nacimiento.

En quinto lugar no debemos reforzar las conductas agresivas o desaprobadoras. En ocasiones cuando el niño pega a otro hacemos comentarios del tipo “prefiero que pegue él a que le peguen”. De esta forma estamos aprobando la actitud agresiva de nuestro hijo ante otra situación violenta y como hemos dicho, debemos de enseñar que existe un abanico de posibilidades entre las que se podrían encontrar la de denunciar lo ocurrido a un profesor/a, al tutor/a, a un familiar o incluso a la policía. Siempre trataremos de hacer ver al menor que existe una pirámide de autoridades a las que acudir dependiendo de la gravedad del asunto y de la premura con la que debamos responder y en este sentido también será muy importante el que expliquemos a nuestros hijos la diferencia entre agredir y defenderse.

En sexto lugar, a todos nos gusta que nos elogien o aprueben aquellas conductas o hechos que hemos realizado con acierto. A nadie le amarga un dulce. Cuando nuestro hijo haga alguna cosa o cuando adopte una iniciativa correcta ante una situación cualquiera, debemos elogiarlo y premiar dicha conducta, indicándole que ese es el camino correcto, que así se resuelven los problemas y que estás orgulloso de él.

Por último y de forma antagonista al punto anterior debemos recordar que ante una decisión incorrecta o no adecuada de nuestro hijo ante una situación cualquiera, debemos desaprobarla en el mismo instante. De nada sirve que nuestro hijo pegue a alguien y le digamos que vamos a castigarle el fin de semana. Debe de entender perfectamente que lo que ha hecho está mal y que como hemos dicho al principio las conductas negativas traen consecuencias negativas y al final todo en la vida tiene un precio, los errores también.

Espero que con este artículo que inauguro el ya avanzado 2019 pueda haber contribuido a modo de guía a la orientación educativa de algunos padres y madres que ante la típica pregunta de ¿qué hacer? ante situaciones en las que tengamos un hijo o hija violento o agresivo, podamos en alguna medida seguir un padrón.

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